Entre el caos de mi orden inesperadamente me topé con mi cementerio bipolar... Ahí estaban ellos... Flores secas, tickets de cine, cartitas, fotos, boletos de avión, postales, conciertos, cd's, anillos, pulseritas, dibujos, envolturas y uno que otro dulce viejo. Sin duda alguna, mi propia caja de pandora.
Abrirla fue revivirlos, mis fantasmas desfilaron frente a mí uno a uno. Ahí estaba el Romeo bipolar enamorándome por primera vez, el narcótico bipolar hipnotizándome, el psicótico bipolar maltratándome, el aristócrata bipolar ignorándome, el artista bipolar confundiéndome y el vampiro bipolar haciéndome perder la cabeza una y otra vez.
No sé... igual y algún día en la terapia va a salir que la bipolar soy yo, pero creo que ese día mi analista dejaría de cotizar en bolsa, así que probablemente voy a seguir estando convencida de que yo soy normal y que simplemente tuve 10 años de mala suerte; igual y no brindé mirando a los ojos o rompí una cadena de mails, debe haber sido eso...
Con toda melancolía reordené la caja y volví a ponerla en el lugar de honor que merece, porque aunque ya lo pasado, pasado; a mis difuntos siempre les guardo respeto.
1 comment:
Si, yo definitivamente creo que fueron 10 años de mala suerte. De chiquita te habras cruzado con algun gato negro y no te intimido, y aqui estan las consecuencias...
A los muertos no hay que borrarlos, sino enterrarlos. Nos hicieron crecer, y contribuyen a nuestras elecciones de hoy.
Tienen que estar ahi para que no nos olvidemos de lo que fuimos, de nuestra propia bipolaridad o de nuestros años de mala racha. Como sea: a eso a lo que no queremos volver, pero podriamos si no nos acordamos de donde venimos.
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