Como hace mucho (MUCHO) tiempo no pasaba... prácticamente tuve una tarde libre, extrañamente sin pendientes y esta vez no se la dediqué al maldito facebook que tanto me ha alejado de estos rumbos. Los socios se fueron temprano y aquí me quedé haciendo tiempo para irme a cenar con la Licenciada (le traigo unas ganas locas a esa cena tan pospuesta, que ya veo venir la que nos espera).
Después de una rica y enriquecedora comida con una querida wonderwoman, me quedé emocionada por tantos proyectos y bastante nostálgica a la vez. De pronto, cuando venía caminando a la oficina me sentí perdida y no sé en qué momento me perdí.
Me puse a leer este rinconcito de pendejadas (completito) y me dí cuenta de que si bien, demasiadas cosas han cambiado en estos tres años, hay otras que siguen casi igual que siempre.
Sigue mi sarcasmo, mi odio a la Navidad (el pasado 24 lo pasamos en el Panteón Francés velando a mi tía Pochis, así que el sentimiento está exhaltado), mi Rockstar (oficialmente mi futuro marido), mis galácticas (solamente lejanas en espacio), mi familia (mi muro de contención), mi amor desbordante por Buenos Aires, mi empresa (mi hijita con 2 padres y dos madres que va creciendo sin dejar de ser una recién nacida con problemas de flujo y reflujo), mis comentarios inapropiados, mis metidas de pata (de las cuatro), mi obsesión por ser talla 6 (de la mano con la pelea incansable por combatir la celulitis sin hacer nada al respecto) y la lucha constante de la nostalgia versus la felicidad.
Casi todo y todos los demás se han ido esfumando y transformando. Hay gente de la que antes hablaba todo el tiempo con la que ya casi no tengo contacto, amistades que se han difuminado, estambres que no he tejido, soufflés que no he preparado, desórdenes amorosos, vampiros bipolares, pérdidas de amigos, abuelos, familiares y otros demonios, mi decepción por Grey´s Anatomy (y el drástico cambio de McDreamy como mi ícono sexual, hoy reemplazado por Daniel Craig), entre otras muchas cosas de las que ya ni me acuerdo (o no me quiero acordar).
Estoy en el mejor momento de mi vida hasta ahora, por lo cual (por naturaleza, podría decir genética), me siento nostálgica, débil emocionalmente e incapaz de poder hacer todo lo que quiero hacer (y que quede perfecto y a tiempo). La felicidad a ratos me supera (realmente no estoy acostumbrada a estar bien y a tener paz en mi vida, por suerte siempre hay mierda y media externa que me ayuda a sobrellevarla).
La nostalgia y la debilidad emocional se curan con Lexotan (que ha sido muy bienvenido a mi vida en cuartitos diarios recetados por mi endocrinólogo y gastroenterólogo porque para variar, el estrés estaba afectando a mi colon, por lo que mi etapa ayurvedah-new age de "no necesito fármacos para ser feliz" que tanto presumía es de esas cosas de las que ya no me acuerdo), lo demás lo hará la wedding planner (mi nuevo ángel de la guarda en tierra).
Ves porqué no escribía hace meses? Ni me daba la cabeza entre tanto caos. En este tiempo me reencontré con mi Tía Claus (un ser supremo que no entiendo todavía cómo no flota en vez de caminar; menos entiendo que viví 25 años sin verla), ella me la puso clara. Me dió estadísticas familiares que me llenaron de paz y fuerza, como que en mi familia materna a lo largo de nuestra historia han habido más de 6 casos psiquiátricos (entre ellos el alzheimer de mi Perlita Tejedora), 15 casos de alcoholismo (ahora entiendo todo) y 4 homosexuales (WOOWW!!!), así comprendí que mi historial familiar concuerda con mi ideología de que en todas las familias hay: locos, borrachos y gays. Y sobretodo, que el cuartito de Lexotan no me convierte en un "amielígena" como le dice Lulo a los extraterrestres.
Lo mejor del caso, es que mi futuro marido estaba presente en esa comida y en vez de salir corriendo despavorido, me pidió matrimonio 3 meses después en Buenos Aires, en el ambiente perfecto, con los soles de mi vida presentes.
Ahí estaba yo a las 12 en punto del 11 de Enero del 2009 (mi cumpleaños 28) llorando como si me acabaran de diagnosticar un tumor maligno, incontenible, llorando de felicidad hasta las 6 de la mañana (que pude pegar ojo y dormir 2 horas) para amanecer a uno de los días más felices de mi vida, recibiendo todas las llamadas de felicitación por mi cumpleaños a mi celular y de paso, contarles del compromiso (de nada Ingeniero Slim, esos 6,000 pesos de estado de cuenta por el roaming del 11 de Enero fueron feliz e increíblemente invertidos).
Al pisar tierras aztecas tuve todo tipo de reacciones al respecto, desde los más emocionados y sobre-excitados al respecto llenándonos de buenos deseos hasta los más desentendidos y pesimistas (no faltan y lo sabemos, aunque algunos me dolieron más que otros), pero de alguna manera exótica lo entiendo, la felicidad ajena es algo que a veces molesta y no es envidia sino momentos y sentimientos encontrados. Yo odiaba a la gente extremadamente feliz, de eso sí me acuerdo.
Para Ripley, "aunque usted no lo crea", aquí estoy, más vulnerable, chillona y feliz que nunca, me encanta mi vida, aunque me haga falta mucha gente a mi lado, empezando por mi gordongo gelatino (mejor conocido como mi Papá) en estos momentos.